¿Sabías que intentar sobreproteger a nuestros pequeños de posibles amenazas o hacer por ellos tareas básicas que no nos competen tienen el efecto totalmente contrario sobre ellos?
Cuando ejercemos la sobreprotección infantil, nosotros mismos nos convertimos en esa amenaza a la que tanto tememos, haciendo que éstos se sientan más vulnerables ante los problemas reales de la vida, influyendo de esta manera en su desarrollo y en el alcance de una madurez plena y creando una mutua dependencia.
Es evidente, que todos queremos que a nuestros hijos no les pase de nada, que pudieran estar en una burbuja para siempre y no les ocurriese nada malo, pero para que puedan pasar a la etapa de la adultez de forma sana, necesitan tener la oportunidad de poder vivir sus propias experiencias y afrontar sus propios problemas de la manera que consideren oportuna.
Es primordial que los niños pequeños en sus primeros años de vida, sepan que tienen a sus progenitores que les quieren y que están ahí para protegerles y cuidarlos, así ganarán la confianza necesaria para poder lanzarse al mundo y explorarlo adecuadamente, pero ser conscientes, de que este conocimiento del mundo externo, no va a ser siempre positivo, por lo que nuestros hijos aprenderán consecuencias tanto positivas como negativas, que les van a servir para el desarrollo de su persona.
Sobreprotección infantil definición
La palabra sobreprotección hace referencia a la protección excesiva hacia una persona o cosa. En este caso, la sobreprotección infantil se definiría como una preocupación desmesurada hacia nuestros hijos, que parte desde un pensamiento erróneo en el que pensamos que esta atención tan desmedida será positiva para los pequeños (puesto que los padres se preocupan en que no les pase nada a sus hijos, que no tengan que hacer ningún esfuerzo, que tengan todo lo que desean…), pero que en realidad desemboca en consecuencias totalmente negativas que repercuten en el desarrollo de un bajo grado de autonomía además de reducir el nivel de responsabilidades, aspecto importante a adquirir desde edades tempranas.
Diferencia entre cuidar y sobreproteger
La sobreprotección infantil conlleva pensar por ellos, actuar por ellos, tomar las decisiones por ellos y solucionar los problemas por ellos, es decir, le quitamos del derecho a pensar, a actuar, a equivocarse y a rectificar.
Esta sobreprotección de la que hablamos, además de ser negativa para los pequeños, también es negativa para los padres. Es tanta la preocupación constante de que a sus hijos le pudiera ocurrir algo, que además de aumentar la dependencia a la que antes se hacía referencia, se alimenta la visión errónea de un mundo externo amenazante y peligroso tanto como para los hijos como para los propios padres y la consecuente aparición de enfermedades como la ansiedad ante la necesidad creada de querer controlarlo todo.
Otro aspecto que impulsa a aumentar la sobreprotección infantil es la continua estimulación negativa procedente de diversos medios como puede ser la televisión que hacen incrementar las alarmas “¿y si le ocurriese esto, y si le ocurriese lo otro?” Este tipo de medios nos hace sentir vulnerables y que a cualquier persona le podría ocurrir, y cómo no, queremos salvaguardar a nuestros hijos de todos estos peligros.
Obviamente, los padres son los responsables de esta situación así como de poder cambiarla. Con la incorporación de la mujer al trabajo, la necesidad de que los dos miembros de la pareja, en muchas ocasiones, estén activos en el mundo laboral debido al intento de cubrir las numerosas necesidades que aparecen, el aumento del nivel de vida, etc, hacen que se encuentren tan ocupados en sus respectivas tareas que puede ocurrir que éstos sean incapaces de poner límites a sus hijos, o decirles un no por respuesta con pensamientos del tipo “para el poco rato que estoy con él no le voy a decir que no”, a menudo impulsados por nuestro sentimiento de culpabilidad de estar sumergidos en el trabajo, de habernos divorciado, etc.
Consecuencias de la sobreprotección infantil
Hay que aclarar, que no todos los niños que han tenido una sobreprotección durante su etapa infantil van a llegar a desarrollar todas o algunas de estas consecuencias que se van a nombrar a continuación, pero sí es verdad, que haber estado expuestos a esta situación durante tantos años, les hace mucho más vulnerables a presentarlas frente a otros niños que no han vivido su infancia de esta manera.
Existen numerosas investigaciones que han sido llevadas a cabo durante muchísimos años que relacionan directamente este tipo de estilo educativo sobreprotector hacia los niños con algunos de los trastornos más habituales en la edad adulta. Las personas que en la etapa adulta sufrían trastornos como los relacionados con la depresión, la ansiedad o la esquizofrenia habían tenido en el pasado padres muy sobreprotectores con ellos pero que sin embargo, habían mostrado poca calidez y amor siendo un vínculo protector sin afecto. Otros estudios muestran que gran cantidad de pacientes estudiados con trastorno obsesivo compulsivo habían afirmado que sus padres habían sido sumamente protectores con ellos durante su infancia.
Está demostrado que los niños que viven bajo un estilo educativo sobreprotector, son más propensos a la aparición de enfermedades psicológicas tales como la depresión, enfermedad muy relacionada con la autoestima baja que desarrollan este tipo de niños, sintiéndose peor capaces que los demás en muchísimas áreas. Están en un momento importante de su vida, y esta baja autoestima le puede acarrear por ejemplo, problemas de acoso escolar siendo un blanco fácil para los demás ya que no tienen habilidad para resolver problemas o hacerse valer ante sus acosadores.
Otro aspecto a tener en cuenta en estos niños es la frustración y la evidente imposibilidad de asumir errores, pues siempre han tenido todo nada más pedirlo y nunca o muy pocas veces han experimentado la sensación de no salirse con la suya. Por otro lado, serán niños incapaces de tomar una decisión puesto que, a muchos de ellos, no les han dejado ni siquiera elegir su ropa nunca o incluso que sean incapaces de poder realizar actividades básicas como cepillarse los dientes puesto que siempre han estado ahí para ayudarles y no tener que hacerlas por sí mismos.
El desarrollo de su personalidad, así como de su creatividad por ejemplo, también está alterado. Nunca han tenido que tomar una decisión por poco importante que fuera, siempre han estado sus padres ahí para echarles una mano, creando a una persona adulta sin una personalidad propia y con falta de autonomía. Esto también se refleja, por ejemplo, en la edad de independización, que cada vez es más tardía.
La sobreprotección conlleva también una gran inadaptación a nuevas situaciones o cambios debido a que siempre la transición a ellos ha estado facilitada por sus padres, haciendo que nada les afectase lo más mínimo por lo que la exposición a los cambios no han sido vividos con normalidad.
La no imposición de límites antes mencionada, muchas veces por querer darle todo a nuestros hijos, por sentimientos de culpa por sentir que no pasamos el suficiente tiempo con ellos o cualquier otro motivo, hace que desarrollen su forma de ser sin la promoción en muchas ocasiones de la empatía y los valores hacia los demás. El niño comienza a padecer el síndrome del emperador: se convierte en un tirano que quiere las cosas aquí y ahora, que no es capaz de pedir las cosas con educación, de ponerse en el lugar de los demás, de aceptar cuando no es posible tener algo ahora o incluso no poder tenerlo nunca, pudiendo llegar a ser personas agresivas o que no sean capaces de poner ciertos límites a la hora de llegar a conseguir algo que desean. Está claro, que estos niños pueden desarrollar muchas menos competencias emocionales y menos habilidades sociales que le harían tener una vida social plena.
Por otro lado, también hay que mencionar el desarrollo de más miedos comparándolo con niños que no han estado expuestos a situaciones de sobreprotección. Al final, los niños aprenden de todo su entorno y sus influencias, y han estado constantemente estimulados por unos padres a los que les daba miedo cualquier caída, cualquier imprevisto, etc. por lo que es completamente normal, que en la edad adulta generalicen ellos también estos miedos a las diferentes situaciones que ahora a ellos les toca vivir, incluso, de actuar de la misma manera que han actuado con ellos con sus propios hijos.
Si ves reflejados uno o más comportamientos de este tipo, es más que probable que necesitéis ayuda de un psicólogo infantil.
Cómo evitar la sobreprotección infantil
Es importante visualizarnos a nosotros mismos cuando éramos pequeños y pensar qué tipo de cosas podíamos hacer o no y darnos cuenta de que, probablemente, a la gran mayoría de nosotros, no nos ha pasado nada trágico o sin solución en la infancia, aún viviendo sin estar sobreprotegidos y teniendo más libertad de acción.
Asimismo, es fundamental tener los pies sobre la tierra, ningún padre tiene poderes mágicos para estar pegado a su hijo y ayudarle todos los días de su vida, e incluso, a manejar y controlar cualquier situación que pudiese venir, al igual que no puede controlar las suyas propias.
Fomentar un diálogo entre nosotros y nuestros hijos, con confianza, para conocer sus gustos y opiniones y que también conozcan las nuestras, creando un vínculo padres-hijos adecuado.
Igualmente, hay que hacerle ver a los niños que todas las cosas tienen su momento. Querer darles todo en cuanto lo piden, de inmediato, aunque sea un mero capricho, sólo ayuda a que se desarrolle esa intolerancia a la frustración y el pensamiento de que todo se puede conseguir sin esfuerzo y sin trabajo, favoreciendo unas expectativas que luego en el día a día no se van a cumplir.
Hacerles ver dónde se han podido equivocar, a pedir perdón y ponerse en el lugar de los demás. Que sepan que no son las únicas personas que importan en este mundo, que sus actos tienen consecuencias y que son libres de equivocarse. Si no les corregimos y le indicamos dónde han podido meter la pata, podrán acabar siendo adultos inflexibles en sus pensamientos e incapaces de ceder o dar la razón a otra persona que no sean ellos mismos.
Permitirles la socialización con los demás, que aprendan de otras personas, creen vínculos diferentes y fuertes que también ayuden en el desarrollo de la personalidad de estos niños.
Promover que cada niño se haga responsable de sus propias cosas. Por ejemplo, si tiene que hacer alguna tarea para el colegio, podemos ayudarles explicándoles hasta que entiendan lo que tienen que hacer pero no hacérsela directamente. Es muy común en niños pequeños, que los profesores manden tareas con manualidades y al final la persona que acabe haciéndola no sea el niño. Hay que tener presente que, si la tarea se la han encomendado al menor, es para que comience a desarrollar ese tipo de habilidad poco a poco pero, si se la realizamos nosotros esa oportunidad de crecer o de fallar y volver a intentarlo se la estamos arrebatando.
Por último, es primordial elogiar y realizar comentarios positivos cuando los niños realicen algo solos y hacerles ver lo beneficioso que va a ser para ellos mismos, su desarrollo y su futuro. Hay que ser pacientes y confiar. Nosotros ya pasamos por esa etapa cuando éramos pequeños y cada pequeña acción o aprendizaje requiere su tiempo pertinente. Si les metemos presión quizá se sientan incapaces de llevarla a cabo o incluso llegará un momento que queramos hacer la tarea nosotros mismos por ellos para ahorrar en tiempo.
Hay que ponerse en el lugar de ellos y dejarles ir creando el camino a su ritmo, y estar ahí por si algún día se caen tenderles la mano, pero la sobreprotección infantil puede conllevar como hemos visto graves consecuencias, que requieran de la intervención de un buen psicólogo en Málaga, tanto para el niño, como para el adulto.